Dentro de los distintos tipos de seguros de vida contamos con uno que nos permite, al mismo tiempo, tener un seguro de vida e invertir nuestro dinero. Son los denominados seguros de inversión, y son aquellos que permiten que una familia quede cubierta ante sucesos como el fallecimiento o la invalidez permanente.
Hasta aquí estos seguros no difieren en absoluto de los que todos conocemos, pero el seguro de inversión nos permite también conseguir un determinado ahorro que nos va a permitir financiar distintas necesidades, desde los estudios de nuestros hijos, la adquisición de activos financieros o incluso financiar nuestra jubilación.
Aunque se trata de un producto de inversión que no ofrece una rentabilidad muy alta, ya que varía entre el 2%-5%, cuenta con el atractivo de que nos garantiza la recepción del 100% del capital que hemos aportado, aparte de lo que ha ido rentando nuestra inversión a lo largo de la duración del seguro de vida
Además, a diferencia de otros planes, los seguros de inversión cuentan con la ventaja de que, si nos vemos en un apuro financiero, podemos retirar el dinero antes de que venza el seguro. También podemos adaptar las aportaciones al seguro de vida a nuestra capacidad financiera en cada momento, pudiendo realizarlas o bien de forma periódica o bien de manera extraordinaria, para que no nos supongan una carga financiera extra.
Numerosos estudios prueban que si se intenta predecir el comportamiento del mercado el inversor falla más veces de las que acierta (informe Dalbar). Aunque sabemos que no es correcto proceder así, el miedo o la euforia nos empujan a tomar esas decisiones. Para evitar estos desajustes es necesario tener claros los objetivos de ahorro y confiar en un asesor financiero profesional que nos ayude a gestionar racionalmente nuestro ahorro.
El segundo factor que influye en la rentabilidad que logra un cliente es el método de inversión del ahorro, en lugar de intentar adivinar cuál es el ‘momento perfecto’ para invertir. Uno de los más sencillos es el de las aportaciones periódicas.
Automatización del proceso. Solo se toma una decisión inicial y objetiva de ahorrar regularmente.
Reducción de la volatilidad. La inversión regular permitirá promediar el precio de la misma, lo que históricamente ha demostrado que permite obtener un mejor precio medio.
Aprovechamiento de los períodos de bajada de los mercados. Además aumentar nuestras posibilidades de anticipar los resultados positivos, podremos aspirar a obtener mayores rentabilidades que quien invirtió todo de una sola vez.
Por tanto, la clave está en la perspectiva global y no en la concentración sobre la rentabilidad que obtiene un producto.